La joven cucuteña Claudia Yurley Quintero Rolón, viaja por el país compartiendo su inspiradora experiencia de vida y motivando a mujeres de todos los sectores a liderar procesos de emprendimiento.
Dice que buscar ayuda en momentos de dificultad y brindar apoyo a partir de nuestra experiencia es el camino para un mundo mejor.
Destaca la necesidad de trabajar en el interior de las personas. “Eso es más importante que el dinero”, expresa.
“Todas las personas podemos tener grandes problemas, pero el asunto central es cómo los enfrentamos. Ese es el punto de partida de la resiliencia”.
“Después de que algunas personas pasamos situaciones extremas, en lugar de dejarnos vencer debemos usar la circunstancia crítica como una oportunidad para superarnos, sanar y ayudar a otras personas a vencer los problemas”, explica.
Quintero fue desplazada del conflicto armado en Norte de Santander (su padre estuvo desaparecido durante un mes tras sobrevivir a la masacre de La Gabarra en 1999), fue víctima de violencia de género y desarraigo, vivió la pobreza con sus pequeños hijos en un territorio diferente al suyo, tuvo que defender del frío y el hambre a su segundo hijo recién nacido y, en su intento, con la cicatriz fresca de una cesárea, sobrevivió en una zona donde las mujeres son tratadas como mercancía.
A raíz de su activismo, fue considerada objeto militar y amenazada, se vio obligada a salir del país; y varios años después retornó para empoderar a mujeres en condiciones de dificultad y liderar procesos de recuperación y emprendimiento. Con mucho sacrificio, logró graduarse como tecnóloga en producción multimedia en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y es comunicadora independiente.
Todo lo que le pasó en medio del conflicto armado y en el marco de la violencia de género lo pudo transformar en una lucha, en un proyecto de vida, en un emprendimiento al servicio de la comunidad y se volvió una prioridad para su sanidad física y emocional, y para su crecimiento personal.
Buscar ayuda y brindar apoyo
Las conferencias de Claudia Quintero son vívidas y experienciales, y eso las hace efectivas. Entre muchos aspectos por destacar hay uno que cobra especial relevancia en sus charlas: la necesidad de buscar ayuda en momentos de dificultad y la urgencia de brindar apoyo a partir de nuestra experiencia.
Dice que sus charlas no intentan convertirse en unas novelas, pero considera vital motivar a otras mujeres desde el relato crudo de la historia vivida, porque –según comenta– la carne propia y la experiencia enseñan más que cualquier otro método. Aún tiene que seguir enfrentando situaciones muy duras y son esas circunstancias las que comparte para despertar en las otras mujeres la pasión por lo que hacen.
“En medio de tantas precariedades, un día que no recuerdo con precisión, me subí a un bus y vi que me había puesto el zapato izquierdo de un color y el derecho de otro. En ese instante pesaba 150 kilos. Esos detalles aparentemente banales e insignificantes me hicieron caer en cuenta de que estaba muy mal física, emocional y mentalmente. En ese momento hice consciencia de que necesitaba ayuda. Ese fue el punto de quiebre: necesitaba hacer algo por mí”.
Se acercó a profesionales de la salud mental y a personas que la pudieran ayudar desde diversas áreas. Encontró una red de apoyo e inició un proceso que le permitió retornar a su peso normal y, especialmente, iniciar su recuperación emocional.
Es un camino de doble vía: buscar ayuda y darla a otros. Esa es la ruta para un mundo mejor.
“La clave está en nuestro interior”
Para Quintero, entender lo que siente una persona es capital para emprender procesos de recuperación o transformación, incluso, por encima de los recursos económicos.
Explica que la esencia del trabajo en la Corporación Anne Frank es, precisamente, el interior de las personas. “Nos juntamos para hacer proyectos en los que priorizamos el bienestar emocional de las mujeres; porque muchas veces se piensa primero en los recursos o en las necesidades materiales y físicas, pero no en el interior de cada persona”, comenta.
Cuenta que en una ocasión trabajó en un proyecto en el que se desarrollaron 14 emprendimientos con mujeres y casi todas estaban quebrando. “Nos dimos cuenta que no es el hecho de entregar un dinero sino lograr que las mujeres internamente estén bien y a partir de allí generar procesos de mejora y bienestar. Si internamente estamos bien todo eso positivo se refleja en el exterior”, precisa.
“Hacemos procesos de recuperación emocional, círculos de mujeres, conferencias y propiciamos la unión para respaldar liderazgos autónomos y realmente productivos”, añade.
Para Claudia Quintero, valores como la autoestima, el amor propio y el autocuidado son imprescindibles para cualquier emprendimiento.
Una lucha que no puede parar
A su juicio, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer debe llevar a la sociedad a reflexionar sobre la necesidad de seguir en la lucha por reivindicar derechos.
Según afirma, toda la sociedad colombiana tiene que sensibilizarse para darle real valor al sacrificio, la lucha e, incluso, la muerte de muchas mujeres gracias a quienes hoy las demás pueden trabajar, estudiar, votar, viajar, usar minifalda, y hacer tantas cosas libres.
“Esta es una lucha que no puede parar. Tenemos que seguir conquistando espacios de poder. Y no solo las mujeres como término genérico, sino todas aquellas otras mujeres: las negras, las indígenas, las privadas de la libertad, las abuelas, las mamás de cuatro o cinco hijos (…) aquellas sobre las cuales casi nunca se habla ni se les empodera en la mayoría de proyectos”, subraya.
Es urgente –asegura-, mirar como sociedad a esas otras mujeres y trabajar con ellas en procesos de resiliencia.
Difícil pero muy satisfactorio
Para Quintero Rolón, el camino en esa lucha no es fácil, pero sí muy satisfactorio.
“Para mujeres como yo: negras, jóvenes, que no habíamos estudiado; es muy difícil ser lideresas y dirigir proyectos, porque esas condiciones generan ciertas resistencias en algunos sectores; pero siempre nos encontramos con muchas mujeres apoyando, muchas sonrisas motivando y mucha gente que ayuda a construir”, expresa.
Para esta lideresa natural, es necesario aceptar que vivimos en un país con altos niveles de violencia, en donde, en promedio, se mata a cuatro mujeres diarias por el solo hecho de ser mujer. “Necesitamos entrar en una profunda reflexión, sobre ¿qué estamos haciendo como sociedad por todas las mujeres?”, enfatiza.
En ese sentido, destaca el trabajo que adelanta su corporación en la formación de hombres género-sensibles. No puede haber hombres feministas, porque esa es una lucha natural de las mujeres, pero sí hombres que entienden que en el hogar tienen que aportar, respetar a sus compañeras e hijas, que pueden ayudarnos en nuestra lucha, visibilizarnos, emplearnos.
La Familia, eje de todo
Después del duro proceso de desplazamiento, maltrato y desarraigo del que fue víctima, Claudia cuenta que hoy su familia está más unida que nunca. “Me cuidan muchísimo y eso es muy importante para mí, porque me da mucha fuerza. Somos unos luchadores, como todos los colombianos, pero mientras permanezcamos unidos, saldremos adelante”, afirma.
Claudia tiene una hija de 16 años y un hijo de 13, a quienes describe como muy valientes. “Cuando los veo me siento muy orgullosa, porque son el reflejo de todos estos años de lucha y eso es satisfactorio”.
Destaca que la unidad familiar le ha sido muy útil para enseñarles a las lideresas que no se puede empezar una misión de apoyo ni puede haber un proceso de recuperación en otras personas si los que actúan como modelos no están unidos en la familia.
“Si, por ejemplo, no te hablas con tus hermanos o si te peleas con tu mamá, no puedes proyectar la unidad y la fuerza que se requiere en estos procesos. Yo me dediqué a recuperar todo mi grupo familiar y a volverlos más cercanos. Están bien, pero lo más importante es que hay amor y nos lo demostramos entre todos”, concluye.
En busca de la felicidad
Claudia Quintero Rolón dice sentirse feliz y describe esa felicidad en detalles pequeños como levantarse cada día, sentirse viva, ser libre, vestirse como quiere, comer lo que le gusta, hacer deporte, ver sonreír a sus hijos, disfrutar a sus padres saludables, tener trabajo, tener un amor; pero sobre todo –subraya-, cumplir con una misión en la tierra: “… que si Dios me llama en cualquier momento, puedo decir que algo aporté”.
“Hay a mi alrededor muchas hermosas personas que apoyan esta lucha sin dar su nombre y eso me hace muy feliz; y, para completar el cuadro, ahora tengo novio”, comenta mientras sonríe.
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