·"De manera implícita es que toda mujer, en nuestras sociedades impunes y machistas, esconde un deseo latente de venganza; toda mujer tiene un crimen pendiente."
La obra de Alberto Barrera Tyszka llegó a mí por la periodista Claudia Morales fundadora de Árbol de libros, quién en un regalo maravilloso me introdujo en la reflexión de la sororidad femenina y cómo las vidas de las mujeres se ven atravesadas por carencias económicas, emocionales, afectivas; los abusos y el machismo. Me causa especial curiosidad, cómo tanto en la obra cómo en la realidad, nuestras vidas se combinan y encuentran con y por los libros.
Un club de lectura fue el punto de encuentro de éstas mujeres en un país quebrado y en caos, cansadas de un gobierno opresor, que no piensa en las mujeres como sujetos de derechos, ellas solo encuentran en las narrativas, la solución próxima para tener un poco de justicia -equivocada- por medio de la muerte.
Los factores políticos y sociales, delinean nuestra suerte como mujeres. No en vano notamos cómo una gran cantidad de mujeres venezolanas, ante las carencias absolutas, son sometidas a explotación sexual y laboral. El empobrecimiento y la violencia hacia las mujeres escribe sus historias de dolor. "Cada quien organiza su dolor como puede".
Matar no es un acto común en las mujeres, para nadie es un secreto que las cárceles están llenas de hombres y las mujeres que matan son en número mucho menor que los varones. Rowe, Vazsonyi y Flannery argumentaron que los hombres cometen más actos criminales que las mujeres. Pero en la obra de Barrera Tysyka las mujeres encontraron la forma de hacer justicia por propia mano, cometiendo crímenes sin sentir remordimiento por ello. ¿ejerció en ellas influencia su precarización, opresión y la desolación extrema?.
En éste país en caos y esa ciudad sin nombre, descrita en el libro, las mujeres son invisibles, son borradas cómo personas, las mujeres son solo entes que caminan y cumplen órdenes. Las mujeres son sometidas a dar su vida por los hijos, por la búsqueda de sustento, por el cuidado de los enfermos, los sufrimientos machistas de esposos o amantes y por la utilización de su sexualidad cómo un instrumento de recreación masculina, como ocurre con la pornografía y la violación sexual.
Una de ellas mató a su amante, mataron a un maltratador, a un enfermo terminal, a una mujer militar que usó la tortura y la violación y a un asesino. En la realidad cada una de ellas mató la violencia sexual, mató la violencia de género, el acoso, el rechazo, la pobreza, la esclavización, la violencia sociopolítica y en especial mataron sus miedos, sintiendo que, en grupo, siempre será mucho más fácil.
Estamos cómo mujeres obligadas a matar lo que nos duele y claro que no hablo del sentido literal de la palabra, hablo de matar las cosas que se ensañan con nosotras las mujeres, matar la desidia.
Te daría mi vida... ¡pero la estoy usando!
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