Foto tomada por Caracol Radio
Hace unos días surgió una polémica a raíz de que se presenció a una pareja sosteniendo relaciones sexuales en el balcón de un reconocido hotel del Centro Histórico de la ciudad de Cartagena. A partir de este hecho y de otras denuncias realizadas por varios colectivos, se suscitó el debate en torno a la prostitución en este sitio turístico, el cual ha sido reconocido por este tipo de prácticas.
Por ello, el alcalde de Cartagena en entrevista con Blu Radio, se pronunció frente a varios aspectos del tema que, desde mi perspectiva personal y desde el trabajo que se adelanta en #LaMisión de la Corporación Anne Frank, merecen su respectiva réplica.
Inicialmente, el señor William Dau sostiene que: “La prostitución es, posiblemente, la profesión más antigua del mundo. Eso no lo podemos acabar”. Frente a ello, es menester indicar varias cosas. Primero, la prostitución NO es una profesión. Bajo ninguna circunstancia puede ser considerada como una profesión, un fenómeno social que vulnera constantemente los derechos humanos de las mujeres y al que, en su gran mayoría, llegan por estar en graves condiciones de vulnerabilidad, tales como precariedad socioeconómica, ser madres cabeza de familia, víctimas del conflicto armado y en condición de migración, que además está intrínsecamente ligado al delito de Trata de Personas y la explotación de la prostitución ajena (proxenetismo) e incluso perpetúa la lógica de que los cuerpos de las mujeres son objetos de consumo y mercantilización.
Segundo, acudir al argumento de que es la “profesión más antigua del mundo” y que por ende “eso no lo podemos acabar”, es un discurso altamente perjudicial que busca naturalizar e incluso legitimar las prácticas de explotación sexual de las mujeres basado en un falso argumento histórico.
Pues si bien se puede constatar que la prostitución ha estado presente en gran parte del desarrollo de la historia humana, ello no implica necesariamente que no se pueda “acabar” por este solo hecho. No se puede soslayar que muchos de los argumentos que han legitimado diferentes tipos de violencia y segregación a lo largo de la historia, han buscado hacer parte de la naturaleza humana dichas prácticas, como el caso del racismo. Para el caso particular de las mujeres, el hecho de que históricamente hayamos sido vistas como un objeto dispuesto a satisfacer los deseos del hombre, sometidas a la discriminación y a múltiples violencias, no significa que estas prácticas y este ideario deban mantenerse.
Al respecto la Dra. Rosa Cobo: “la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo sino la actividad que responde a la demanda más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder al cuerpo de una mujer y lo logra a cambio de un precio (Fernández Oliver, 2007: 89)”
También el alcalde de Cartagena menciona que: “lo que podemos hacer es sacarla del centro y poner una zona rosa donde se pueda legal y lícitamente establecer un sitio para esas personas que quieran acudir a la prestación de esos servicios sexuales”. Esto denota una vez más el desconocimiento del fenómeno de la prostitución y de las situaciones de las mujeres que se encuentran prostituidas, e incluso demuestra que es un tema tratado de forma anodina, aun cuando Cartagena es una de las ciudades con más altos índices de prostitución y explotación sexual.
Ello porque “sacarla del centro” es una medida sumamente superficial que no aborda de fondo y eficazmente la real problemática de lo que ocurre en esta ciudad. Conjugado esto con la expresión “que sea lejos de sitios familiares, del turismo” tan solo deja en evidencia de nuevo, que para el Estado, las instituciones que lo integran y la sociedad en general, son más importantes los sitios familiares y el turismo que los derechos humanos de las mujeres.
Finalmente, el señor Dau plantea que “es fácil identificar los problemas, es difícil solucionarlos". Si bien se requiere de un comprometido y arduo trabajo por parte de las entidades del Estado para atacar contundentemente la prostitución, la solución no es tan difícil. Debe entonces abordarse desde las instituciones una postura abolicionista que propenda realmente por garantizar los derechos de las mujeres atacando las causas fundamentales de la prostitución, a partir del estricto cumplimiento a los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos y la escucha de las voces de las mujeres sobrevivientes de este flagelo.
Paulina Tamayo Quintero
Abogada - Corporación Anne Frank
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