Foto tomada de Biography Diary
Lana Rhoades, quien en realidad se llama Amara Maple, de 24 años, se une al creciente grupo de mujeres que han sido captadas por la “industria” pornográfica y que sobreviven a la misma, logran salir, y denuncian las distintas violencias que han atravesado desde el primer momento que ingresaron a ella.
Amara, como decidí llamarla, haciendo honor a quien ella es y no lo que hicieron de ella, manifiesta en la entrevista que se ha dado a conocer en estos días que aunque ella de niña “soñaba con ser actriz porno”, en realidad cuando se inicio en esa industria no tenía idea de a qué iba; manifiesta haber sido tan inocente que no sabía que tendría que tener sexo como tal, y que se vio obligada a realizar muchas cosas que no quería y que son realmente terribles. De su relato podemos extraer varios aspectos, muchos de estos similares a otros, de mujeres “ex estrellas” de la industria como Mia Khalifa. Queda claro que eran demasiado jóvenes cuando iniciaron, que realmente no sabían de qué se trataba y muchas fueron reclutadas con falsedades como “ser modelo” o “ser actriz”, cuando en realidad mujeres con estas profesiones ganan muchísimo más que ellas y no son sometidas a las mismas circunstancias y vulneraciones a sus derechos humanos, como ellas; otro aspecto muy relevante es el hecho de que muchas de las sobrevivientes a esta industria fueron victimas de abuso y/o violencia sexual desde edades muy tempranas, en el caso de Amara ella dice lo siguiente:
“Quería escapar de la situación que tenía en casa. Me escondía en el armario, miraba la película ‘Las chicas de al lado’ y fantaseaba con tener 18 años y hacer eso”
El exponer a una persona menor de edad a escenas de sexo y este tipo de contenidos es abuso sexual infantil, además de la violencia y el maltrato infantil que se deja entrever en su relato, esto nos muestra cómo claramente esta “industria” tiene un tipo específico y marcado de las mujeres que capta.
La “industria” del sexo es una maquinaria creada y sustentada en el odio y la explotación de los cuerpos, especialmente de los cuerpos de las mujeres; una “industria” que se lucra de realizar producciones a perpetuidad, (calidad de los contratos de estas personas), que se encarga de ilustrar el maltrato y la violencia de género, entre muchas otras formas de violencia y discriminación (racismo-transfobia-lesbofobia-etc.).
Es por esto por lo que testimonios como los de Amara nos deben hacer una invitación directa a cuestionar esta y todas las formas de explotación y lucro con los cuerpos de las mujeres.
“(…) Añadió que cuando empezó en la industria la presionaban para hacer contenido más extremo sin un pago adicional. Ella nunca se negó porque quería “complacer a todos” y “hacer feliz” a su agente.
(…) “No les importan las chicas, solo les importa complacer a los productores y agencias de cine. Saben cómo manipular y retorcer la mente de los jóvenes de 18 a 20 años para hacer estas cosas".
Finalmente, quiero dejar claro, que esto no es un juicio ni para Amara ni para ninguna mujer y persona en estas situaciones (pornografía- prostitución) es un cuestionamiento y una reflexión para todas las personas que consumen sexo, que consumen y engruesan los bolsillos no de estas mujeres sino de sus victimarios, proxenetas, representantes y demás a los que como Amara bien lo dice, no les importan las mujeres, no les importan las personas, y no respetan los derechos humanos ni la dignidad.
Diana Marcela Ortiz Mesa
Grupo jurídico Corporación Anne Frank
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