***Nota: Soy consciente del momento que vive el país hoy y principalmente mi ciudad, Cali. Y al respecto quiero referir que en este contexto es imperioso que la exigencia primordial y absolutamente innegociable sea que se respete la vida, pues es un derecho necesario para la materialización de los demás derechos humanos (incluso los de las mujeres a los que se alude en este escrito). Bajo ninguna circunstancia es posible, ni siquiera pensar, que el ejercicio legítimo de un derecho cause la muerte.
Colombia vive desde hace un mes uno de los momentos más convulsos de sus últimas décadas. Desde el 28 de abril, se han venido desarrollando una serie de protestas consistentes en marchas, plantones, actividades culturales y bloqueos que han permitido al pueblo colombiano manifestar su descontento con la gestión del Gobierno actual.
El estallido del Paro Nacional tuvo origen en la presentación de la Reforma Tributaria por parte del entonces Ministro de Hacienda, en la medida que afectaba de forma inequitativa a la clase media y baja del país, que resultan ser la mayoría de la población colombiana. Bajo la presión las protestas, el Gobierno se vio forzado a retirar la reforma, lo cual haría creer que el Paro Nacional llegaría a su fin habiendo cumplido su objetivo.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. En la medida que los primeros días se observó que las protestas tuvieron una fuerza inimaginable e incluso inesperada, los distintos sectores de la sociedad civil recurrieron a alzar la voz por otra serie de exigencias que, sin duda, son deudas históricas del Estado.
Se dieron a conocer entonces públicamente los pliegos de peticiones que recogían los requerimientos del pueblo, que van desde la implementación de la Renta Básica Universal, hasta la detención de la erradicación forzada de los cultivos ilícitos. A pesar del amplio y diverso listado de requerimientos, poco o quizá nada se enuncia frente a las problemáticas de las mujeres.
Y es que existen razones de sobra para que las problemáticas que aquejan de forma diferenciada y desproporcional a las mujeres, sean debidamente incluidas en las exigencias que se le hacen al actual Gobierno, con miras de que se busque una solución real, oportuna y efectiva.
Basta tan solo con mirar que, según Feminicidios Colombia, entre enero y marzo del 2021 se han registrado 77 feminicidios y 51 más se encuentran en verificación. Que a raíz de las cuarentenas a causa del COVID-19, las denuncias telefónicas de casos de violencia intrafamiliar, por la línea 155, de los que resultan víctimas las mujeres, se incrementaron en un 142%, de conformidad con el Observatorio Colombiano de las Mujeres. Que la carga las labores de cuidado se intensificó en gran medida, haciendo que las mujeres dediquen mayor parte de su tiempo a estas labores, teniendo incluso que renunciar a sus trabajos para dedicarse plenamente a las mismas, evidenciándose que la participación de las mujeres en actividades remuneradas sigue siendo muy baja según la ENUT 2020-2021 del DANE. Y como si fuera poco, los casos de violencia sexual contra las mujeres que se han presentado en el marco de las manifestaciones.
Y así como estos acontecimientos, sería posible exponer muchos más que afectan a las mujeres, y que no sean tenidos en cuenta por quienes lideran el Paro Nacional resulta un total sinsentido. Pues si se habla de que la manifestación como medio, propende por obtener el bienestar de todo el pueblo a partir del respeto de la democracia, la soberanía y los derechos humanos, es inconsecuente que de esta ecuación se excluyan a las mujeres.
Raya incluso en lo absurdo entonces tener que recordar una vez más que las mujeres somos seres humanos, que formamos parte del conglomerado social, inclusive siendo más del cincuenta por ciento de la población del país, que no somos ciudadanas de segunda categoría y que los derechos de las mujeres son derechos humanos.
Así que, aunque reconozco la valiosa labor del Paro Nacional de abogar por los derechos de los jóvenes, de las personas más pobres, de los estudiantes, de los indígenas y campesinos, de los animales, del territorio… ¿Los derechos de las mujeres para cuándo?
Paulina Tamayo Quintero
Abogada – Corporación Anne Frank
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