Derly es una mujer que perdió el gusto de vivir debido a los constantes ultrajes de su pareja sentimental, bofetadas, patadas y palabras humillantes, eran el punto de partida de una serie de agravantes, que desencadenarían en una violación. Aunque llevaban varios años juntos, las palabras y sentimientos de Derly nunca tenían un valor.
-Eres mía, tengo derecho a ti –
Era lo que decía aquel hombre, legitimando los vejámenes que día a día ella sufría.
Cierto día, cansada ya de tanto maltrato, sintió que un hilo de rabia la cubría. Se levantó, muy temprano en la mañana y se dispuso a hacer sus quehaceres en su rancho. Su esposo llegó pasado a alcohol; su cuerpo sudoroso, descuidado y marcado por la desidia, expelía el hedor abominable de aquella presa, que con el paso de los días, se conserva putrefacta y deliciosa para el ave de carroña.
De repente, Derly sintió un estremecimiento pavoroso que la sacó de su rutina. La mano imponente del infeliz, la sacudía en un vaivén sin salida. Un torrente de sangre la envolvía y ella, frágil y sin saber qué hacer, con su espíritu oprimido, cerraba los ojos, y pedía al todo poderoso que la tormenta pasara de una vez.
Cinco minutos le tocó soportar, cinco minutos que se multiplicaba entre incontables noches, durante un par de años y que se seguían repitiendo constantemente, agobiantemente yendo y viniendo hacia un eterno retorno donde el destino le hace creer que no hay salida.
A la mañana siguiente, la mujer estropeada, con su cara moreteada y llena de dolor, decide cargar a su hijo y embarcarse en un viaje sin regreso. No sabe a dónde ir, no sabe qué camino coger. Lo cierto es que un hilo de fuerza arde dentro de su corazón. Al verse en espejo pudo entender, que no vale la pena vivir con miedo y ese vacío existencial, ese que te carcome lentamente y te impide ver la realidad. Su camino se hace rápido, no le importa dejar todo atrás, ha renacido un ave fénix, fabulosa y única, dispuesta a todo con tal de conseguir la paz con justicia social.
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